Contra los bilingüismos defensivos
(como parte de la crítica de
las paridades defensivas)
“El problema de cualquier distopía es que no la reconoces cuando la vives. Como ahora” - @wysyq
Imaginemos
que dentro de 20 años, habiendo logrado el activismo feminazi que XoogleX se
comprometiera a contratar y promocionar sólo a mujeres durante algún tiempo, otro
empleado rebelde hiciese circular por la compañía un manifiesto escandaloso parecido
al que acaba de difundir (agosto de 2017) James
Damore, pero con la importante salvedad de reivindicar la paridad de género
estricta que éste critica ahora. Eso significaría que los
políticamente correctos habrían conseguido que sus oponentes transformasen la
exigencia de respeto de las desigualdades espontáneas
en aras de la excelencia en simple demanda de respeto de la igualdad en
detrimento de la excelencia. En una distopía
feminista como esa, incluso los ciudadanos más iconoclastas habrían olvidado el sentido original de la
protesta; a saber: preservar el verdadero talento -y por tanto la productividad
y el bien común- asumiendo todas las consecuencias de ese a todas luces
justificado objetivo, y entre esas consecuencias estarían –qué le vamos a
hacer- las brechas de género. Esos nuevos rebeldes
habrían pasado a actuar a la defensiva y su única ambición sería verse
representados al 50% en la empresa. La igualdad habría sido asimilada por toda
la sociedad como valor supremo, incluso único, porque cualquier otro valor
habría sucumbido al relativismo imperante, y nadie hablaría ya de las distintas
aptitudes de hombres y mujeres ni se detendría a analizar esa extraña pérdida
de productividad y capacidad de innovación constatada en XoogleX en los últimos
tiempos.
Y
ahora el salto brusco: eso es exactamente lo que está pasando con la
reivindicación de un sano bilingüismo
–paridad de lenguas- en las comunidades autónomas con dos lenguas oficiales. En
las distopías nacionalistas que son ya
esas CCAA, se ha olvidado por completo que las
lenguas han surgido para comunicarse, no para ser usadas como signos de
identidad, y que por consiguiente está justificado respetar cualquier
desigualdad espontánea entre ellas que
sea el resultado del uso diferencial que para optimizar su relación con los
demás hagan los hablantes en ausencia de presión lingüística alguna. Si los
hablantes eligen una lengua en detrimento de otra porque es su lengua materna y
les resulta más cómoda, porque así se expresan mejor, porque quieren que su
mensaje llegue a más gente… por lo que sea, en tal caso, que eso pueda conllevar
incluso la desaparición espontánea de
la otra lengua no debería considerarse una tragedia. A cambio los hablantes
estarán cómodos y habrán comunicado sus pensamientos sin renunciar al más
mínimo matiz. Mantener artificialmente la paridad de lenguas es tan absurdo
como mantener la paridad de género. Como en este último caso, se pierde
eficacia en muchos ámbitos: pensemos en el gasto de duplicar rótulos, el tiempo
perdido teniendo que oír mensajes de contestadores automáticos en las dos
lenguas, el coste en tiempo y dinero de las traducciones de formularios,
avisos, convocatorias, información sanitaria y un larguísimo etcétera. La
igualdad es el gran enemigo de la productividad, y no estamos para gastos.
Es
de lamentar que partidos como el PP y Ciudadanos y organizaciones como
Convivencia Cívica Catalana y Sociedad Civil Catalana hayan caído en la trampa
de la paridad de lenguas. No es la paridad, estúpido; es la eficiencia lo que
está en juego. El monolingüismo impuesto es totalitarismo empobrecedor, el
bilingüismo impuesto es igualitarismo empobrecedor, pero el monolingüismo
espontáneo es libertad y eficiencia.
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9 de agosto de 2017
Véase también:
-
Genodinámica e igualdad lingüística