Noticias por decreto
El tremendo revuelo causado
por el material filtrado por Julian Assange es una muy mala noticia, porque
representa la consagración internacional del cotilleo como máxima expresión del
debate político. Hasta ahora, para ocultar la falta de nivel intelectual de
toda la clase política y mediática española se había recurrido a escándalos tan
provincianos como los trajes de Camps, los regalos del Bigotes o el enésimo
caso de corrupción ladrillesca en tal o cual autonomía, pero parece que los
lectores, incluso los españoles, acaban inmunizándose contra la podredumbre
nacional y necesitan algo con proyección planetaria, a ser posible algo que
demonice aún más a Estados Unidos. Y ahí llega el mesías Assange, que no es
otra cosa que una Belén Esteban con
careta de pijo llegado de tierras australianas, a modo de Mad Max justiciero.
Y
es así como un diario en otro tiempo bastante serio como es El País ha
culminado espectacularmente su gradual deterioro amarillista y partidista
dándonos a conocer con calculadas pero no por ello exiguas dosis (una veintena
de páginas diarias durante las dos primeras semanas, y sigue) un rosario
interminable de banalidades sobre lo que se cuece en la trastienda de la
diplomacia estadounidense. Hasta ahora
una de las noticias más devoradas, a juzgar por el número de visitas que
recibió en la versión electrónica del diario, ha sido el tumor nasal que sufrió
Evo Morales. Esa asombrosa
fascinación por los mocos de un dictadorzuelo demuestra de forma fehaciente la
verdadera naturaleza del tipo de interés que estas noticias suscitan entre los
lectores.
Cada
vez más, por otro lado, El País está
mezclando las filtraciones de Wikileaks con noticias de actualidad, de tal
manera que el lector tiene dificultades para distinguir la realidad del
presente y lo ocurrido (o lo que casi
ocurrió) en el pasado. Si lo que
pretenden es ensayar un nuevo tipo de periodismo experimental, pueden quedarse
con el invento.
Escribiendo
estas líneas veo que hace unos días, en esa sección de El País llamada “El acento”, que viene a ser un
editorial de contenido más frívolo y desenfadado, pero también más sesgado aún
en sus análisis, se critica al Financial Times por haber calificado
toda esta operación de inmenso cotilleo. El argumento esgrimido por el
editorialista es que la derecha mediática española la ha calificado también de
chascarrillo, pero luego se ha hecho eco como el que más de las filtraciones
negativas para el Gobierno español. O sea, el argumento “y tú más” de nuevo en
acción: que un medio de la derecha practique a remolque y en menor escala el
mismo tipo de periodismo que El País convierte de repente el amarillismo en
algo aceptable. Si acuden a mí cientos de moscas, esto no puede ser un zurullo.
Con
ese mismo argumento vuelve a la carga algunos días después en el mismo diario
el inefable José María Izquierdo,
muy experto él en rebozar con su cuidado estilo unas ideas tan simplistas como
panfletarias. El articulista aplaude más
adelante en ese mismo texto la ingeniosa idea de Vargas Llosa de calificar de
coprolalia las lindezas que oímos continuamente en boca de tertulianos y
politiquillos en esta cutrez de país en que nos ha tocado vivir. Izquierdo ve y señala alborozado la
coprolalia en el ojo ajeno y no ve el inmenso moco de Evo Morales que le tapa
el propio.
Además,
resulta provinciano ignorar alegremente la postura mantenida por un medio a
estas alturas mucho más respetable que El País, como es el Financial Times. Se insinúa que este diario ha reaccionado así por
despecho, pero incluso si así fuera, ocurre a menudo que las razones del
despechado son más válidas que las del beneficiario. A veces las uvas están
efectivamente verdes. Ya lo ha dicho Arcadi
Espada: “Por lo que conocemos un
hombre ha entrado clandestinamente en un cuarto oscuro, ha abierto a tientas
los cajones, ha sacado un montón de papeles indiscriminados y los ha extendido
por el mundo ... Wikileaks espolvorea billones de
letras sobre el escritorio del periodismo. Ok, no es la primera vez que pasa...
Ahora habrá que recoger con paciencia las letras una a una, juntarlas y
escribir algo con ellas. Sí, habrá que trabajar; pero será lo único que pueda y
merezca leerse”.
Pero
no hace falta acudir a los articulistas de la competencia para ver cuestionada
esta operación de distracción mediática, pues incluso desde las páginas de
nuestro querido diario progubernamental Timothy
Garton Ash reconoce tras examinar las filtraciones que «...por lo que he visto, los profesionales del
servicio exterior de Estados Unidos tienen pocas cosas de las que avergonzarse.
Es verdad que se perciben ciertos tejemanejes marginales... Ahora bien, en su mayor
parte, lo que nos encontramos aquí es a unos diplomáticos que hacen el trabajo
que les corresponde: averiguar qué está ocurriendo en los lugares en los que
están destinados y trabajar para promover los intereses de su país y las
políticas de su Gobierno... Es más, mi opinión del Departamento de Estado ha
mejorado bastante.»
Pero
hay tres puntos más que quisiera resaltar. Primero, como se ha señalado ya, a
partir de ahora la diplomacia no podrá ser la misma. Hay contextos en los que
no se puede soltar la verdad impunemente. Así como en el campo de la física
cuántica el observador modifica lo observado cuando lo mide -al determinar
« la verdad »-, asimismo,
en las relaciones personales hay verdades que matan la espontaneidad del
afectado por esa verdad. Al decir la
verdad, muchas veces nos estamos condenando a no conocerla nunca más, porque
nunca sabremos si la otra persona, amigo o pareja, al dejar de actuar como
antes, lo hace por convicción o para contentarnos. Habremos perdido un indicio,
y el otro habrá perdido espontaneidad.
Si se trataba de una nimiedad, mejor hubiera sido callarse.
Segundo,
los comentarios embarazosos que ahora se conocen revelan que, afortunadamente,
en los círculos diplomáticos reina una sana hipocresía. El primer deber de
políticos y diplomáticos es distinguir en todo momento la realidad y la imagen
que por su cargo deben proyectar. Esa divergencia es muestra, paradójicamente,
de franqueza. Sí, porque demuestra que son francos consigo mismos
y no han perdido el contacto con la realidad, aunque ese contacto adopte la
forma de chistes groseros. Lo peor son los políticos que para tranquilizar su
conciencia se creen el discurso que se ven obligados a mantener en público, y
de ese modo dejan de poder analizar objetivamente la realidad, con
consecuencias catastróficas para todos. Tan grave como intentar amoldar la
realidad a los propios prejuicios es intentar amoldar la conciencia a la
conducta pública a que nos obligan las circunstancias. Esto último lo que
denota es una falta sincera de
convicciones, y esas personas no son de fiar. No hace falta dar nombres.
Por
último, last but not least, a través
de esta maniobra llevada a cabo por Wikigossip
con la complicidad de los cinco diarios escogidos, hemos asistido a la primera ofensiva
seria de duchampización del periodismo a escala mundial. Nunca antes
habíamos experimentado con tal intensidad esta desagradable sensación de que se
nos está imponiendo una presunta noticia en detrimento de las noticias reales,
y encima sin escapatoria posible, pues todos los diarios siguen reproduciendo
hasta la saciedad las filtraciones un día tras otro. Si a partir de Duchamp el
arte es por definición lo que está en un museo, ahora la noticia es por
definición lo que esté en primera plana, aunque salte a la vista que eso que
nos están explicando era totalmente previsible y la gente lo daba por
descontado, aunque se trate de algo tan
fuera de lugar como el tiburón formolizado de Damien Hirst. El escualo, por cierto, no tardó en empezar a
pudrirse.
Y
cabe establecer aquí también una curiosa analogía con otra maniobra muy en boga
de creación de realidad por decreto, como es la impresión de toneladas de
billetes que está teniendo lugar en estos momentos en países como Estados Unidos y Reino Unido. Dinero fiat,
arte fiat... Pues bien, ha llegado la hora de las noticias fiat como parte de una gran operación -so pretexto de investigación
y transparencia- de deformación grotesca del periodismo. Ya lo decía el hombre apesadumbrado que nos
presentaba El Roto en una de sus
viñetas leyendo un periódico: “Lo
importante no es lo que pasa, sino quién define los acontecimientos”.
En
fin, si les queda alguna duda sobre el carácter de las filtraciones de
Wikileaks, pueden googlear Wikileaks + gossip (cotilleo). A 11 de diciembre
salían casi 17 millones de resultados. No, no es solo el Financial Times.
P.S. : véanse también dos artículos
publicados posteriormente por Vicente Molina Foix, Vargas Llosa y Fernando Savater.
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