¡Que repriman ellos!
Es ya harto evidente que uno de los rasgos fundamentales
de la izquierda en este país es esa doble actitud de, por un lado, criticar
indignados o con chistes insulsos las diversas manifestaciones del sector más
ultramontano y belicoso de la derecha, y por otro, escabullirse a la hora de
proponer medidas concretas para afrontar algunos problemas realmente
acuciantes, como son la inmigración o la ingobernabilidad causada por la cesión
aparentemente irreversible de competencias a las autonomías. En el caso de la inmigración, se repite lo
que ha ocurrido o está ocurriendo en otros países de Europa: se espera a que
sea la derecha la que se retrate como malvada para copiar luego parte de sus
propuestas aprovechando el hueco electoral oportuno, o la coartada de que es
toda la Unión Europea la que ha endurecido su postura. Como ante los asaltos a
las vallas de Ceuta y Melilla o los secuestros de pescadores frente a Somalia,
la represión ha de correr a cargo de otros, léase de la policía marroquí o de
comandos especiales franceses. La
cuestión es externalizar como sea el gesto feo del uso de la fuerza y salir del
apuro sin un rasguño, sintiéndose cómodo.
Me gustaría conocer la respuesta de los buenistas que nos
gobiernan a las tres preguntas siguientes: ¿Tiene un país derecho a 1) poner
límite a la entrada de inmigrantes, 2) expulsar a los
inmigrantes ilegales que ya se le hayan colado, 3) adoptar medidas legislativas
para garantizar esa expulsión? Como probablemente la respuesta a lo primero
será afirmativa, para mayor claridad formularé las otras dos preguntas de
distinta manera. Si al llegar un día a su casa encontrara a un desconocido
durmiendo tranquilamente en el sofá, ¿aceptaría usted su argumento de que “como
ya estoy aquí, tengo derecho a quedarme y a recibir manutención”? ¿Vacilaría en
llamar a la policía y en permitir que recurriera a la fuerza en caso necesario
para desalojar al individuo, o consideraría eso un atropello a los derechos
humanos?
<