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ÉBOLA: PROTOCULOS

 

 

(Photo Credit: Cynthia Goldsmith Content Providers(s): CDC/ Cynthia Goldsmith) 

 

(Texto escrito un día antes de leer un alarmante artículo que por desgracia corrobora la tesis aquí sostenida. Parece confirmarse que el virus se transmite también a través de los fluidos corporales aerosolizados; en otras palabras, por el aire, no solo por el sudor)

 

Reflexionemos un poco, estamos ante un virus que se transmite por la sangre, las heces, los vómitos, las lágrimas, la saliva, el semen, las secreciones vaginales, los estornudos, la simple tos y el sudor. Sobre todo el sudor, lo que extiende pavorosamente su radio de acción en el tiempo y el espacio de forma invisible. Frente a un enemigo hasta tal punto astuto, y mientras no se disponga de una vacuna, suero autoinmune o cualquier otro XYZMAP más o menos fiable, el ser humano ha depositado todas sus esperanzas en eso que llama protocolo. En las aldeas africanas de las que nos ha llegado el virus, las amenazas se conjuran con danzas, rituales sangrientos, pócimas malolientes, etcétera. Occidente, un poco más sofisticado, utiliza sensores de temperatura en los aeropuertos en lugar de pócimas herbarias. Dejando a un lado esa payasada (véase esto), lo cierto es que los países avanzados creían haber conjurado los riesgos asociados al ébola estableciendo una pauta rígida de los pasos a seguir para manejar a sus víctimas. Ana Mato, la ministra más incompetente y deshonesta que haya tenido jamás Gobierno alguno en España, ha confesado que tanto ella como su gabinete tenían el "absoluto" convencimiento de que la repatriación de los dos religiosos de marras no entrañaba riesgo alguno para los profesionales sanitarios o la población. Bastaría con seguir rígidamente los protocolos establecidos por la OMS. Otra que tal. 

 

La aparición de un primer caso (actualización: y un segundo el 16 octubre) de contagio autóctono en Estados Unidos ha venido a demostrar que esa hybris del Gobierno español la comparten en realidad todos los países occidentales. Si hubiesen sabido que el virus se les iba a escapar de las manos, ¿habrían empezado a repatriar tan alegremente a sus súbditos infectados? Ahora se encuentran ante el dilema de o bien suspender las repatriaciones, lo que equivale a reconocer el error garrafal cometido y causar auténtica ira en la población, o bien seguir repatriando a cualquier afectado y aumentar así descomunalmente el riesgo de propagación del virus en todos los países occidentales, lo que además de ira provocará algo un poco más grave: miles de muertos. Gracias al buenismo primermundista imperante, la opción elegida será sin duda la segunda, como de hecho ha reconocido ya el Gobierno español. Hasta que la gente salga a la calle para oponerse a semejante dislate, pero ya será demasiado tarde. O ni siquiera saldrán, se habrán resignado, lo tomarán como una fatalidad, habrá miles de horas de tertulias en las televisiones sobre los posibles "fallos humanos", pero todos habrán asumido ya que la repatriación de Miguel Pajares fue la decisión correcta. Estaba cantado que un día u otro Europa se esfumaría como consecuencia de su buenismo acogeinmigrantes y demás. Esto es solo el principio de la lenta agonía que supondrá la combinación de la falta de soluciones reales para la actual crisis económica por acumulación de deuda y el caos que el ébola va a provocar, como mínimo, en las relaciones laborales y sociales. Habrá ya, indefectiblemente, un goteo exasperante de casos de los que los periódicos dejarán finamente de informar, tras haber dejado un poso permanente de miedo y sospechas en la sociedad. "Bienvenido ébola", le están diciendo el sida y la hepatitis C. "Ya somos más para atemorizar a estos humanos de mierda que creían poder controlarlo todo." 

 

Pero volvamos al protocolo. ¿Qué me lleva a descartar la posibilidad de que tras estudiar exhaustivamente los casos de contagio ocurridos, (creer) identificar dónde ha fallado el protocolo, y perfeccionarlo donde sea (parezca) necesario, se pueda seguir adelante con nuestro hiperhumanitarismo patológico? Muy sencillo, estamos ante un caso más de complejidad extrema que ha adquirido la velocidad de escape necesaria para hacerse incontrolable. Es lo que ocurre con los programas informáticos: superado cierto nivel de complejidad, cuando se arregla un fallo, surgen otro u otros, hasta que los usuarios se resignan o dejan de usarlos. En un caso y otro, hay un riesgo mínimo inherente que es imposible, cuando no contraproducente, eliminar. En el caso del ébola, por ejemplo, cuantos más controles humanos se hayan implantado, cuantas más personas haya vigilando a los formadores de los cuidadores o a los cuidadores mismos, cuanto mayor sea el número de cuidadores implicados (por tener que atender más casos y para diversificar -socializar- el riesgo), más probabilidades habrá de que alguno de ellos resulte contagiado: bien por un simple -y humano- descuido, bien por estar a punto de desvanecerse tras permanecer una hora a 50 grados infernales, bien por cualquier defecto técnico del equipo.

 

Los físicos saben muy bien desde hace tiempo que hay un nivel mínimo de incertidumbre que es imposible eliminar, con independencia de lo precisos que sean los aparatos de medición y del rigor con que se apliquen los métodos -protocolos- de medición. Si eso ocurre a nivel subatómico sin intervención humana, ¿qué no habrá de ocurrir a nivel macroscópico con miles, millones, de personas implicadas? No parece que la profesión médica, y mucho menos la población en general, sea capaz de asumir esa idea en la vida cotidiana.  Se mantiene la ilusión de que existe un modus operandi perfecto, sin resquicio alguno para que el virus se filtre por un lado u otro. Se trata "solo" de encontrarlo. Y de confiar también en que, por esa misma perfección del método concebido, el riesgo de error humano neto será inexistente (siempre habrá alguien apostado en el mejor lugar posible para detectar el error de otro). Sin embargo, como ha señalado un grupo de expertos europeos, "en el mejor de los niveles de protección siempre puede haber un accidente. En este caso se puede hablar de accidente fortuito de muy baja probabilidad haciéndose las cosas correctamente" (El País, 12/10/2014). Esa es la idea peligrosa que nadie quiere admitir, por puro miedo ante todo, pero también para poder seguir echando leña al fuego de las acusaciones interminables que se cruzan en los medios de comunicación en torno a los fallos humanos, las responsabilidades políticas, las declaraciones "desafortunadas" de tal o cual inepto, etcétera. Eso sí, hay que admitir que el ébola será con toda seguridad el pretexto de salud pública que estaban anhelando los gobernantes europeos para hacer de una vez lo que no se atrevían a hacer para no empañar su imagen buenista: rechazar con toda contundencia a los inmigrantes que nos llegan por el Mediterráneo. 

 

Recordemos que el DRAE recoge entre las acepciones de "protocolo" tanto una "secuencia detallada de un proceso de actuación científica, técnica, médica, etc." como un "conjunto de reglas que se establecen en el proceso de comunicación entre dos sistemas." Estamos hartos de constatar una y otra vez los continuos y crecientes fallos de comunicación entre programas informáticos cada vez más complejos y pesados. No es que los informáticos sean incompetentes, es que están manejando millones de líneas de programa llenos de bucles y bifurcaciones que se condicionan unos a otros. ¿Qué estúpido endiosamiento nos hace pensar que vamos a poder controlar mejor -por más tecnología y "valor" que le echemos- esa complejísima interfaz elaborada tan improvisada como aparatosamente para enfrentarnos como robots ridículos sin apenas movilidad a una amenaza invisible programada para aprovechar cualquier secreción biológica y que está ya enquistada irreversiblemente en África como gran foco mundial y podemos dar ya por instalada en forma de casos aislados (por ahora) en el resto del mundo?

 

Protoculo: interfaz de aspecto ridículo entre el programa genético del virus del ébola y el que representa el genoma humano. Conjunto de remedios macromecánicos analógicos imperfectos entre dos universos digitales de bits de ADN y de ARN. 

 

 

Actualizado el 18 de octubre de 2014

 

 

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