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Intelectuales ninis*

 

 

 

      Quisiera felicitar a los responsables de El País semanal por haber logrado abrir y cerrar muchos de sus números con artículos firmados por dos tocayos ninis, y es que los dos javieres en cuestión tienden de forma reiterada y sospechosa a hacer ostentación de ecuanimidad renegando a la vez de los llamados españolistas y de los nacionalistas, del PP y del PSOE. Ni unos ni otros. Además, ambos escritores comparten también cierta fobia que no parece muy coherente con su ninez.

 

     El 30 de marzo pasado (2014) Javier Cercas fue muy explícito al responder a un lector que había criticado su tendencia a dejar siempre muy claro que él no es españolista. En su réplica el escritor tacha de populistas a UPyD y a Ciutadans porque, según dice, “tratan de recoger votos a izquierda y derecha”.  En tal caso, concluyo yo siguiendo su razonamiento, los que solo deseen captar votos en la derecha o en la izquierda no pueden ser nunca populistas, ergo Marine Le Pen no es populista. Y los que son de izquierdas o de derechas y quieren atraer votos de, respectivamente, la derecha o la izquierda, ¿son populistas también? De hecho deberían ser aún más populistas, dada la mayor distancia ideológica a salvar. Y en general ¿son populistas todos los partidos que intentan ampliar su base electoral? Porque si es así  no va a quedar títere con cabeza.  Esperemos que el señor Cercas nos aclare algún día este punto, o que se invente otro argumento porque el que ha aportado, francamente, no cuela.

 

Por otra parte, sin entrar ahora a  discutir si procede o no emplear en este caso el término populista (los adjetivos, y este en especial, son el refugio de quienes carecen de argumentos), creo que es preciso negar la mayor. No es que las dos jóvenes formaciones de centro “traten” de recoger votos aquí y allá; es que unas veces coinciden con la derecha  y otras, con la izquierda. Así de simple. Es posible defender el aborto y el matrimonio homosexual, y estar a la vez firmemente convencido de que España ha ido demasiado lejos en su cesión  de competencias a las autonomías. Eso no es populismo, eso es  transversalidad en el mejor sentido de esta palabra: el resultado inevitable del espíritu crítico en acción.

 

De todas formas, señor Cercas, si se empeña usted en ubicar mecánicamente a los partidos en esa línea imaginaria que representa el espectro político, tendrá que reconocer que la geometría más elemental obliga a cualquier formación de centro a ocupar una parte de la derecha y una parte de la izquierda, a no ser que como garantía de centrismo le exija usted que se limite a ocupar un punto infinitesimal desde el que solo pueda formular propuestas vagas o banales. Quizá es eso lo que usted pretende, que las alternativas de centro que surjan en este país se limiten a hacer de figurantes inofensivos y no pongan en peligro las perspectivas del partido al que usted vota. 

 

Lo diré bien claro, la animadversión que siente usted hacia UPyD y Ciutadans es, como todo el mundo sabe ya a estas alturas, un rasgo característico de los pocos votantes socialistas que aún quedan. Se les ve atrincherados, a la defensiva, y no le perdonan a Rosa Díez una trayectoria de críticas al PSOE que se han visto corroboradas por el comportamiento del electorado.

 

Esa antipatía hacia Rosa Díez es algo que, curiosa coincidencia, encontramos también en Javier Marías, quien ha calificado a esta mujer valiente e inteligente de “envanecida” y ha tenido el mal gusto de emparentarla en sus textos nada menos que con la niñata Aído, los nacionalistas Urkullu y Puigcercós o, en fin, el golpista Mas. Estas últimas comparaciones, que entrañan la surrealista equiparación de una defensora  de la libertad y unos energúmenos  liberticidas, responden claramente a la necesidad imperiosa que tiene Marías, como Cercas, de evitar a todo precio que le acusen de españolista. Y ambos actúan así porque han interiorizado esa premisa básica de la progresía española de que uno solo tiene derecho a criticar a los socialistas o los nacionalistas si está dispuesto a criticar a renglón seguido el conservadurismo y el españolismo del PP. De lo contrario todo el mundo pensará que eres un pestilente facha y, claro, por más afamado que seas como escritor, te arriesgas a ver disminuir de forma radical las ventas de cualquier novela que publiques en el futuro.

 

Además de considerarla envanecida, Javier Marías considera que Rosa Díez tiene la cabeza “llena sólo por una idea fija hipertrofiada”. Es curioso, se nos acusa a los antinacionalistas de machaconería, pero es que los dos grandes partidos claudicaron hace ya mucho tiempo frente a los nacionalistas pues saben que solo tienen dos opciones: o bien ceder a cualquier nueva exigencia de esos lloricas, o bien evitar el tema para no complicarse la vida. El resultado fueron unas cámaras presididas por la ausencia total de críticas de fondo a los nacionalistas, hasta que UPyD y Ciutadans consiguieron escaños. El matón de barrio que campaba a sus anchas se encontró de repente con que alguien le llevaba la contraria, y eso no estaba en el guion. Rosa Díez sabe perfectamente que lo que le han pedido sus electores es que aproveche el escaso tiempo de intervención de que disponga para dar caña a los nacionalistas, por la sencilla razón de que ninguna otra formación se atreve a hacerlo. Y aun así el discurso explícitamente antinacionalista seguirá siendo muy minoritario en el Congreso y en el Parlament en comparación con el sentimiento mayoritario en el conjunto de España. Last but not least, tanto UPyD como Ciutadans se han manifestado reiteradamente en contra del despilfarro que suponen las autonomías en general, porque su ideario es más utilitarista que antinacionalista, más laico que religioso. Ese detalle no debería haberle pasado desapercibido a Marías, pues muchos de sus escritos versan precisamente sobre el espíritu derrochador y hortera de los españoles.

 

La equiparación de españolismo e independentismo suele complementarse con la idea de que el primero es anterior al segundo y este sería por consiguiente una consecuencia de aquel. Cualquiera que rastree las hemerotecas podrá comprobar que ello es rotundamente falso. La relación causa-efecto es exactamente la contraria, y ante un enfrentamiento entre dos partes no podemos poner en el mismo saco a quien desencadenó el conflicto y a quien respondió en legítima defensa. Añádase a ello que el españolismo de hoy día no consiste sino en defender la unidad de este país con arreglo a la Constitución, mientras que el independentismo catalán ha rebasado hace tiempo los límites de la legalidad. ¿Cuántas sentencias del Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo han incumplido los españolistas? Si de algo se puede acusar a estos es de pusilanimidad (caso del Gobierno) o resignación (entre los ciudadanos) ante la desobediencia institucional que practican desde hace tiempo  los dirigentes catalanes. Además, como Irene Lozano señalaba en un debate organizado por EL PAÍS (30 de marzo):

 

¿Diálogo? En España no se ha parado de dialogar en estos 30 años. Muchas cosas que ahora utilizan los nacionalistas para victimizarse, como la financiación, se han dialogado y pactado con ellos. El diálogo solo ha dejado de existir cuando el nacionalismo catalán ha empezado una política de hechos consumados.”

 

Poco después, a un patético Jáuregui se le ve el plumero:

 

Yo no pretendo apaciguar a los independentistas; lo que quiero evitar, Irene, es que se hagan independentistas la mayoría de los catalanes.”

 

Traducido:  “Yo no pretendo someterme a los independentistas; lo que quiero, Irene, es facilitarles la independencia para que dejen de ser independentistas”.  Si  eso no es bajarse los pantalones…

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Abril de 2014

 

 

* 18 de julio de 2014 - El Manifiesto “Una España federal en una Europa federal” que acaban de sacarse de la manga me brinda la ocasión de hacer extensivo el calificativo de ninis a los siguientes ingenuos:

 

Ángel Gabilondo, Fernando Vallespín, Carlos Berzosa, Belén Barreiro, José Manuel Caballero Bonald, José Luis Cuerda, Almudena Grandes, Luis García Montero, Manuel Gutiérrez Aragón, Amalia Iglesias, Juan Laborda, Emilio Ontiveros, Joaquín Estefanía, José Antonio Zarzalejos, Ignacio Escolar, Jesús Maraña, Fernando González Urbaneja... Supongo que en la lista figurarán también Jordi Gracia y Manuel Cruz.

 

Y ya puestos, añadiré las siguientes reflexiones, procedentes de otra página C3C que escribí hace pocos meses:

 

Como todo el mundo sabe, ante la intensificación del martilleo victimista practicado por los iluminados catalanistas en los últimos tiempos, un sector considerable de la progresía sociata catalana cedió y se convirtió al nacionalismo, pero la práctica totalidad del resto (esto es, exceptuando a quienes se fugaron a Ciudadanos) se refugió  en la ilusión de que tenía que haber un punto intermedio entre el Estado de las autonomías y la independencia, y ese punto solo podía ser un Estado federal. Así logran nadar y guardar la ropa. Esta interpretación de la situación les permite quedar bien con sus amiguetes nacionalistas, o por lo menos se esfuerzan para autoconvencerse de ello, para lo cual han procedido a borrar de su memoria los empujones que recibió el converso Montilla en su último intento de confraternizar con los mocosos de la estelada en aquella manifestación que presagiaba la peor deriva posible del catalanismo; como han preferido olvidar también los agresivos abucheos dirigidos a un patético Duran i Lleida que creyó ingenuamente que su imagen con muletas apaciguaría a los ultras y le redimiría ante ellos. Pero apuesto a que por las noches tienen pesadillas en las que, llegado por fin el día de la liberación de la patria, sufren vergonzantemente en sus carnes el desprecio que orgullosamente aceptarán los “españolistas”. Años y años de esfuerzos inútiles para conseguir hablar el catalán sin acento charnego, y al final les darán una patada en el culo.  

 

Lo peor del caso es que muchos progres mesetarios (incluida la práctica totalidad de la plantilla de articulistas de EL PAÍS) se han creído la historia y están proponiendo esa misma seudosolución para superar la situación de impasse.  Tal postura les permite criticar lo que consideran inmovilismo del Gobierno, ya que al postular la existencia real de un espacio intermedio cobra sentido la idea de que hay margen para moverse. Pero, como señalaba Savater aquí:

 

“Otra metáfora popular es la del movimiento o, mejor, el inmovilismo achacado al gobierno. Rajoy no se ‘mueve’, se limita a repetir la letanía de la legalidad y evidentemente las leyes son precisamente lo inmóvil (en España a veces tiritan, eso sí) para que lo demás pueda moverse por cauces seguros."

 

A algún analista se le ha visto el plumero jugando con ese concepto. Así, Fernando Vallespín nos dice aquí que:

 

Los astros parecen haberse colocado en la confluencia perfecta para el choque de trenes, aunque uno vaya a toda velocidad y el otro permanezca casi parado”.

 

Y yo me pregunto, si uno está parado y el otro va a toda castaña, ¿quién será el responsable del choque de trenes? En este caso no cabe hablar de colisión, sino de embestida.

 

Lo que no quieren entender los federalistas y demás partidarios de vagas terceras vías es que la carga de la prueba recae en ellos. Son ellos quienes deberían presentarnos en una hoja Excel las diferencias existentes en materia de competencias entre las autonomías españolas y los estados/cantones/regiones de los Estados federales que hay en el mundo. Mejor aún, se podría encomendar tal proyecto a uno de esos comités de sabios independientes tan de moda ahora, cuyos miembros deberían pertenecer preferiblemente a otros países para evitar que se les acuse luego de parcialidad. Como es dudoso que nuestros federalistas se arriesguen a eso, los medios de comunicación deberían asumir el reto, cuyo resultado será siempre mucho más interesante y útil que seguir mareando la perdiz. Si concluido ese análisis resulta que no hay diferencias significativas, habrá que deducir que ya nos encontramos en un Estado federal de facto, y que por tanto lo mejor que pueden hacer quienes lo propugnan es callarse y no dar la brasa con inventos como los Federalistes d’Esquerres y otras iniciativas por el estilo. Pero es más, antes de conocer el dictamen del comité de sabios, los terceraviistas podrían comprometerse a priori a aceptar las limitaciones que aplican los Estados federales en los casos en que se constate que las autonomías gozan comparativamente de demasiadas competencias. Eso sí sería fair play; todo lo demás es entreguismo.  Por otra parte, los partidarios de la seudosolución federal deberían precisarnos si el suyo es un federalismo simétrico o asimétrico. Si es esto último, deberían admitirlo abiertamente, en lugar de seguir empleando técnicas de publicidad engañosa, y de ese modo sabríamos que su entreguismo es absoluto. Pero que no se preocupen, se darán cuenta de que incluso ese federalismo asimétrico existe ya, de modo que no vale la pena que sigan estrujándose la mollera para dar con él.

 

Precisamente, en un excelente artículo publicado al poco de escribir yo estas líneas, Juan Claudio de Ramón conminaba a los socialistas catalanes a ser realmente federalistas, esto es, no a ir más lejos de lo que se ha ido, sino justo al revés, a rebobinar un poco:

 

“En Estados Unidos, cuna del federalismo, el derecho de familia es competencia exclusiva de los Estados. En consecuencia, el Estado de California puede prohibir el matrimonio homosexual. Así lo hizo (se aprobó en referéndum). Pero si un tribunal federal dictamina que esa prohibición vulnera la Constitución americana —que es lo que ocurrió—, no hay nada que el legislador californiano pueda oponer. Lo acata: eso es federalismo.[…] Y es que el federalismo es un compromiso veraz entre lo propio y lo común. El socialismo catalán es firme valedor de lo propio y tibio, muy tibio, abogado de lo común.”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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