FRIKIS, PAYESES Y MONJAS
Lo siento, pero
no acabo de creerme que el rápido trasvase de votos de CiU a ERC responda a
razones ideológicas. La crisis económica puede explicar parcialmente ese fenómeno,
pero no me refiero a eso, y es que tengo cada vez más la sospecha de que está
interviniendo también, sobre todo, uno de esos factores ante los cuales los
analistas políticos prefieren cerrar los ojos porque entran en contradicción
con uno de sus postulados básicos como es la creencia en el elector racional: en este caso se
supone que la opinión pública catalana se ha inclinado previamente por la
independencia, por las razones que fuere, de modo que lo lógico es que se
decante por el más independentista de los partidos que reclaman su atención
dentro del margen de lo que es el voto útil.
Mucho se ha
hablado últimamente de la renovación que está experimentando la economía como
consecuencia del abandono de la noción trasnochada de consumidor/inversor
racional. Han reaparecido los animal spirits de Keynes,
fundamentados ahora en los avances de la genética, las neurociencias y la
psicología experimental, y está ya meridianamente claro que para entender y
modelizar la economía es indispensable tener en cuenta muchos instintos humanos
además de la simple búsqueda de la utilidad máxima. Evidentemente ello
significa introducir una mayor complejidad en esa disciplina… Y resignarse
también a tener que lidiar con un mayor grado de incertidumbre.
Esa tendencia
del pensamiento económico no se da sin embargo en el campo del pensamiento
político, encallado como está en el supuesto de que los electores actúan
racionalmente, y empeñado en extraer sentido del más mínimo cambio detectado en
sus intenciones de voto. Se puede admitir que los fines perseguidos sean
irracionales en sí mismos, como ocurre con las ambiciones nacionalistas, pero
nadie cuestiona que esos objetivos se persigan de forma racional. De ahí que
ante cada cita electoral nadie intente relacionar las intenciones de voto con variables físicas de demostrada influencia como son la estatura de los
candidatos (en el 80% de las elecciones presidenciales de Estados Unidos gana
el más alto); una victoria del equipo local registrada un máximo de diez días
antes de las elecciones (da un par de puntos de ventaja al candidato en el
poder); el atractivo de los candidatos; lo familiar que resulte su rostro,
etcétera. Ya va siendo hora de zafarse de la camisa de fuerza que constituyen
las interpretaciones asépticas que no abandonan el plano de los simples
intereses políticos, con sus manidas paranoias y conspiraciones.
Este punto de
vista algo heterodoxo subyace a las reflexiones que siguen a continuación. El
origen de las mismas es una intuición súbita, pero he querido buscar datos que
la hicieran verosímil antes de exponerla, y creo haberlos encontrado. Que
juzgue el lector.
Partimos del
hecho de que un análisis detenido del resultado de las elecciones catalanas de
noviembre de 2012 (como el que se hace aquí) demuestra que
la teoría de que había un independentismo previo y los electores más radicales
se fugaron de CiU a ERC carece de fundamento. O sea, lo de que “la gente
prefiere la copia al original” es solo una ocurrencia muy cómoda para perezosos
mentales como Cospedal o Elena Valenciano. Además, según puede verse en el
gráfico infra (de elaboración propia a partir de 44 municipios elegidos al
azar, incluidas las capitales catalanas), en las
elecciones de 2012 se observa una clara relación negativa entre la abstención
(eje horizontal) y el porcentaje de votos obtenido por ERC (eje vertical).
Cuantitativamente, una disminución de la abstención de un 10% en términos absolutos
(esto es, un aumento de la participación del 10%) se asocia a un aumento del
7%, también en términos absolutos, de los votos cosechados por ERC.
Ocurre que, si
comparamos los resultados con los de las elecciones autonómicas de 2010, la participación
pasó del 60% al 70%; es decir, se produjo exactamente el incremento de la
participación necesario para explicar el avance de ERC del 7% a casi un 14%.
Ello hace pensar que lo que catapultó a los republicanos fue la movilización de
un sector de la población que hasta entonces se mantenía en silencio, un sector
poco comprometido políticamente, pero que vio algo que les motivó para acudir
en masa a las urnas. Es tentador pensar en la franja de población más joven, lo
que enlazaría con lo especulado más abajo.
En definitiva,
debería haber otro factor distinto de la supuesta fuga de votos convergentes
que nos permitiese explicar tanto el ascenso de ERC en 2012 como, sobre todo,
el subidón que los republicanos consiguieron en las encuestas en los meses
subsiguientes (pasando del 13,7% obtenido en las elecciones al 24% en los
sondeos realizados en junio de 2013). Un incremento de diez puntos, que supone
la cuasi duplicación de la intención de voto en solo medio año, exige una
explicación cualitativa, una explicación alejada de las hipótesis comúnmente
manejadas para dar cuenta de los lentos movimientos tectónicos que subyacen
habitualmente a las transformaciones del paisaje electoral. Y esa explicación
bien podría radicar en la imagen proyectada por el actual líder de ERC.
Oriol Junqueras, profesor de Historia
Económica y payés en su tiempo libre, parece un niño mayor trajeado para salir
del paso en alguna ceremonia religiosa celebrada en la Cataluña profunda. [PS: A
los dos días de escribir lo anterior leo esta noticia].
Adivinamos en su indumentaria una mezcla tibia de sudor y polvo en la que se
sustanciaría su pensamiento mesiánico. Su aspecto bonachón le permite
distanciarse del desagradable compañero de ideario David Fernández, que se ha autoasignado con entusiasmo e indudable
convicción el papel de policía malo en toda esta película. En cualquier caso,
con excepción de este último individuo, por llamarlo de algún modo, es
indudable que Junqueras aporta al Parlament
un contrapunto friki que ha debido de cautivar a no pocos muchachotes catalanes
amantes del botellón y las cadenas humanas. Entrevemos ahí un claro afán de exhibicionismo colectivo, que en el
imaginario de los jóvenes cachorros de la estelada culminaría con un ataque de
hilaridad cuando todos los ojos del mundo se posaran en los ídem divergentes de
ese sacristán iluminado en el momento elegido para realizar la declaración
unilateral de independencia desde el balcón de la Cheneralitat. La juventud catalana está deseando asistir a
una reedición del espectáculo protagonizado en Eurovisión 2008 por aquel friki
conocido como Chikilicuatre, pero
esta vez con la música de Els segadors
de fondo. Da la casualidad de que el actor que dio vida a ese personaje de la
mano de Buenafuente se llamaba también David Fernández.
Otra baza de
Junqueras es que, aparte del potencial mediático que encierra como carne friki,
enriquece el elenco de impresentables políticos con un rostro inofensivo con el
que el catalán medio puede identificarse fácilmente y, como ya he anticipado
antes, la gente tiende a votar a quien más familiar le resulta. Algo parecido
ocurría con Pujol. Identificarse con
el prognático Mas, en cambio, parece más difícil. Su formalidad en el vestir y
el hablar lo aleja de esos jovencitos tan bien adoctrinados por el aparato de
su partido durante años y años de inmersión ideológica, y para más
inri el President sabe muy bien que
hasta su gesto de ofrecerles la oportunidad de votar a partir de los 16 años
(manda huevos) se volverá en su contra. Es lo que tiene el lavado de cerebro:
si te pasas, los descerebrados pueden acabar devorándote. O, en el mejor de los
casos, zarandeándote, como le ocurrió al hominicaco Montilla.
Con el líder de
ICV ocurre algo parecido, como puede
apreciarse en esta imagen
en la que aparecen los dos sacristanes. Herrera,
en las antípodas del pijo Saura, se
ajusta más al perfil de renuncia a los bienes terrenales que debe presentar
quienquiera que aspire a granjearse la confianza del nuevo precariado catalán.
No parece casualidad que su partido esté ganando también bastante terreno
últimamente. Por añadidura su delgadez juega a su favor, pues con ella ocupa el
nicho de identificación que deja libre su colega Junqeras.
En resumen, a
diferencia de Mas,
que proyecta una imagen de tecnócrata y forma parte de los políticos de salón
(en este caso con fastuosos interiores modernistas para más recochineo),
Junqueras y Herrera, con sus americanas grisáceas y sus camisas sin gracia,
apelan al payés que todos los catalanes llevan dentro. Sobriedad, esa es la clave. La ideología catalanista ha incluido
siempre un componente de puritanismo.
Ahí están, prohibiendo los toros, la prostitución, hasta los simples numeritos
circenses con animales. Todo forma parte de una operación estética de
adecuación al discurso victimista de
siempre. Qué mejor prueba de que eres víctima de una confabulación españolista
que la solidaridad con esas otras víctimas que son los toros, los elefantes y
las putas. Protegemos a los débiles, ergo merecemos protección, ergo se nos
debe otorgar el Dret a decidir.
En las mujeres catalanas el
victimismo-puritanismo se traduce en una estética
monjil que les lleva a lucir el mismo corte de pelo, melenita corta y
lacia, eso sí, bien arregladita, cara lánguida de corderillo, decorada a menudo
con gafas de diseño para aparentar que detrás hay una masa encefálica que piensa,
y semblante siempre serio, a menudo con un rictus de desprecio by default no sea que te cruces con un
españolista, y es que en la lucha por el reconocimiento de la nación el humor
no tiene cabida. Son la antítesis de lo afrodisíaco. Y cuando abren la boca
para soltar alguna chorrada identitaria es ya como para echar a correr. Una
combinación de Montserrat Tura, Irene
Rigau y Carme Forcadell sería el retrato robot perfecto, pero en las
dependencias de la Cheneralitat proliferan clones muy logrados entre las
funcionarias, que dejan de mirarnos ipso facto cuando emitimos palabras en
castellano y luego extravían casualmente nuestra documentación.
Retomando el
hilo, e intentando resumir, todo hace pensar que nos encontramos ante un calentón independentista propiciado en
buena parte por la irrupción de un friki de estética muy acorde con los valores monjiles imperantes en la
sociedad catalana. Lo peor es que el calentón puede durar demasiado y la gente
lo está interpretando como síntoma de algo más serio.
Abril de 2014
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