Ébola
y austericidio
Parece
que en África se dedican ahora a atacar al personal sanitario que acude a
atender a los infectados por el virus del ébola. Actúan pavlovianamente,
asociando a los médicos y enfermeros y su aparatosa ropa amarilla con una nueva
tragedia hemorrágica en sus aldeas. No
saben distinguir la causa y el efecto.
Desde
el mundo occidental les lanzamos una sonrisa piadosa de suficiencia por pensar
de forma tan primitiva. Y sin embargo nosotros hacemos lo mismo: nos hemos
dedicado durante años a movilizar toneladas de dinero en forma de crédito, y
ahora atribuimos las actuales estrecheces económicas no a esa causa, sino al
remedio utilizado: recortes del gasto. Hemos confundido también la causa y el
efecto. A ingresos constantes, la única forma decente de enjugar una deuda es
dejar de consumir durante X años el doble de lo que consumiste de más durante
esos mismos años, para así lograr a la vez ajustarte a tu presupuesto real y
devolver lo adeudado. Cuestión de aritmética.
El
carilleno Hollande ganó las elecciones aparentemente convencido de que se podía
pagar la deuda y seguir viviendo normalmente. Con el nombramiento de Valls como
primer ministro ha venido a reconocer su error. Pero ahora su electorado le
escupe por haber faltado a su promesa. Ingenuos, se habían creído el cuento.
Salimos
de África hace decenas de miles de años, pero por algún motivo la evolución de
la inteligencia ha dejado intacta nuestra tendencia a intentar conjurar el mal
con el chivo expiatorio que tengamos más a mano. Y los efectos del mal son un
recurso muy socorrido cuando las causas han actuado ya de forma irreversible
desde el lado oscuro de lo invisible, o de lo que preferimos no ver. O
simplemente del azar.
Julio
de 2014
<