INMIGRACIÓN Y
DERECHO A DECIDIR
(Una modesta
proposición)
Entre los
numerosos intelectuales que opinan que el ya tan manoseado "derecho a decidir" es algo que solo se le debe
reconocer a todo el pueblo español, no solo a una parte, llama la atención que
a ninguno se le haya ocurrido establecer lo que podríamos denominar una
analogía inversa con el problema de la inmigración.
Todos
sabemos que en una Cataluña independiente cualquier provincia o ciudad que
eventualmente expresara su deseo de reintegrarse en España alegando una mayoría de votos en su territorio habría
perdido su derecho a decidir y, si las cosas se pusieran feas, a juzgar por lo
que estamos viendo ya, sería objeto de múltiples represalias, desde multas por
cualquier desafío lingüístico, pasando por maniobras de espionaje, hasta formas
de represión física. Parece que ese derecho corresponde a entidades
territoriales que tienen exactamente la forma de Cataluña o el País Vasco (por
cierto, ¿se acuerdan de aquel estúpido "Ser para decidir"?). Curioso, y
no solo eso: ejercido ya una vez, ese derecho se pierde definitivamente.
Extraño derecho, digo yo.
Ahora
bien, si, por lo antedicho, por las muchísimas razones ya esgrimidas por otros y por lo que dice
la Constitución, es lógico atribuir al conjunto de todos los españoles un
derecho que se atribuyen en exclusiva los descerebrados que aplauden a esa
pareja grotesca constituida por el estrábico y el mandibulón, ¿no deberíamos
acaso considerar que es también el conjunto de los españoles quienes deberían
decidir si aceptamos o no que sigan llegando más inmigrantes a este país? Si
nos arrogamos el derecho a negar a siete millones de personas que se separen de
España, ¿no deberíamos tener también el derecho de
devolver a sus países a un centenar de subsaharianos llegados en una patera?
¿Qué
diferencia conceptual insalvable hay entre decidir que unos no se saldrán de
España y decidir que otros no entrarán en ella, o deberían abandonarla lo antes
posible porque aquí ya no tienen nada que hacer, salvo quitarnos a los
españoles prestaciones sociales? Sobre todo, teniendo en cuenta que en el
primer caso estamos hablando de siete millones de personas, y en el segundo de
un lento goteo que, por eso, por lento, debería ser bastante más manejable.
Nadie está obligado a encaramarse por una valla llena a rebosar de cuchillas
disuasorias. En ningún convenio internacional se afirma que la automutilación
otorgue derecho alguno. Y lo mismo podríamos decir sobre el peligro de
ahogamiento.
Me
gustaría conocer la réplica a estos razonamientos por parte de todos esos
pensadores (léase Javier Marías, Fernando Savater, Javier Cercas, Félix Ovejero
y tantos otros) que tanto han hablado sobre el derecho a decidir pero nunca han
abierto la boca para pronunciarse sobre el fenómeno de la inmigración. Se diría
que el tema de los nacionalismos está actuando en nuestro país como gran
cortina de humo para evitar que se aborde un problema que en el resto de Europa
está siendo objeto de valientes debates.
En
cualquier caso, visto el comportamiento buenista adoptado por España ante los
inmigrantes y sus distintas formas de chantaje, propongo que los catalanufos
cambien de táctica y empiecen a organizar huelgas de hambre indefinidas,
tragarse muelles y tornillos para que les lleven a urgencias, comerse senyeras
enteras con idéntico fin, ensayar formas colectivas de estrangulamiento con la
bandera española, tenderse sobre las vías del AVE a su entrada en territorio
catalán, etc. Imaginación no les faltará (para esto). Así las cosas, no
tardarían ni un mes en obtener su añorada independencia.
7/12/2013
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