Bonos de piedra
(Greece - Let them eat rocks)
Andan los griegos muy escandalizados porque
ha habido políticos alemanes que les han sugerido que vendan algunas de las
muchas islas e islotes deshabitados que tienen (96% de unos 6000 en total) para
liquidar al menos una parte de los 300 000 millones de euros que debe su país.
No acabo de entender ese escándalo ante una propuesta tan imaginativa. Porque,
vamos a ver, supongamos que una persona endeudada hasta las cejas tuviera en su
garaje un coche inutilizado y prácticamente nuevo que alcanzara en el mercado
de segunda mano un precio de venta tal que le permitiera pagar la mayor parte
de su deuda. ¿Qué credibilidad nos merecería ese individuo si se negara a
vender el automóvil por considerarlo de valor sentimental y se dedicase en
cambio a organizar una colecta entre sus amigos con la promesa de devolver el
dinero al cabo de diez años? ¿Quién sería el cenizo, además, dispuesto a
prestarle un solo euro a un tipo con antecedentes de falsificación de
documentos contables?
Un detalle curioso es que no son sólo los
griegos quienes se han rasgado las vestiduras.
A juzgar por la reacción de muchos –en especial de otros países europeos
que pronto pueden verse obligados a plantearse eso mismo o cosas peores para
salir de esta coyuntura- vender parte del territorio equivaldría a prostituir o
vender parte del propio cuerpo. Sin embargo, la operación de compra propuesta
no se distingue en lo fundamental del mecanismo de venta de bonos del Estado,
con la simple diferencia de que en este caso: 1) se pide como garantía un bien
geológico en lugar de un trozo de papel; y 2) se da ya por hecho que el
Gobierno no va a cumplir sus compromisos –que es lo que va a ocurrir dentro de
unas semanas- y se adquiere directamente el bien utilizado como garantía. Si esta analogía parece algo rebuscada es
simplemente porque el distanciamiento del mundo financiero de la economía real
nos ha llevado a considerar ofensivo que se pidan bienes tangibles como
garantía de un empréstito. Lo elegante es conformarse con un papelito (virtual
incluso) garantizado por una entidad “de confianza”, avalada quizá a su vez por
una superentidad supuestamente más fiable.
En realidad, la historia de la
“superación” de la presente crisis se resume en ir aplazando las medidas
realmente necesarias a base de intercambiar papelitos por liquidez. Una liquidez, por otra parte, que, agotados
todos los garantes, sólo puede salir de la imprenta; tarde o temprano el BCE
tendrá que recurrir también al “alivio cuantitativo”. La historia se repite.
Todo este montaje empieza a parecerse peligrosamente a la titulización de las
hipotecas basura. Si en ese caso se empaquetaban las hipotecas de dudoso cobro
junto con otras de calidad para ocultar el riesgo, ahora la ocultación adopta
la forma de traspasos sucesivos de los bonos basura emitidos por Estados despilfarradores
a entidades de creciente fiabilidad o prestigio. Ya se ha confirmado que buena
parte de los bonos griegos están siendo adquiridos por bancos públicos de
Francia y Alemania. Y a nadie se le escapa que, cuanto más hayan circulado esos
bonos “hacia arriba”, menos aparatosa parecerá la inevitable bancarrota de
algún que otro PIIG. Irrumpirá en la escena el BCE o el nuevo FME para pagar
los platos rotos, en parte con dinero creado ad hoc, y en cualquier caso con dinero de todos los europeos, y
aquí no habrá pasado nada. Bueno, sí, aquí habrá pasado que los europeos
seremos más pobres y que el euro se hundirá, porque los mercados no son del
todo irracionales.
La reacción de los griegos tiene mucho de
“culo veo, culo quiero”. Si creen que la operación puede ser tan ventajosa para
los extranjeros como humillante para ellos, ¿por qué no se abalanzan a pedirle
al Estado bonos garantizados por esos pedruscos repentinamente sobrevalorados?
Si el Estado no les devuelve el dinero, cada uno podrá quedarse con unas
cuantas hectáreas de esos preciados islotes para criar cabras o jugar a
robinson crusoes. O sea, aplicándose el mismo rasero que están aplicando a los
alemanes, hay que concluir que tienen a su alcance un auténtico chollo. Otra posibilidad es que, caso de quedar las
islas en manos de extranjeros, estos se las cedan en leasing a los mismos griegos, que de este modo tendrían la
posibilidad de recuperarlas. Si tanto
las valoran, seguro que hacen un esfuerzo especial para ahorrar en lugar de
dilapidar recursos, para trabajar en lugar de funcionariar. No está de más recordar aquí que, para capear mejor
la crisis, más de una entidad bancaria ha optado por vender parte de sus
oficinas y seguir ocupando luego algunas de ellas en régimen de alquiler. El Estado español, cuya quiebra perjudicará
muchísimo más a Europa, haría bien en empezar a preparar ya un inventario, ya
que no de islas, de edificios públicos con cierto valor, o al menos de algún
tipo de ladrillo, que es la única mierda que sabe y puede ofrecer.
En resumen, se proponen aquí para Grecia
dos recetas que probablemente deberían aplicarse también a muchos otros
problemas asociados a esta crisis: no monetizarás, no externalizarás. En lugar
de obligar a todos los europeos a comerse el papel de la deuda, dejémosles a
ellos comerse sus rocas y romperse los dientes cuanto les apetezca.
(PS:
algunos meses después, parece que al final han decidido efectivamente vender parte de las islas)
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